sábado, 18 de octubre de 2008

ARTE + ECOLOGÍA


Alberto Riera

Nace, en Barquisimeto, estado Lara, en 1979. En 1998 realiza estudios de percepción y composición en la Escuela de Artes Plásticas Martin y Tovar de su ciudad natal. Viaja a Nueva York, estudia pintura con la artista Elba Damast y en la Student Art League. Desde muy joven se inicia su participación en numerosos salones y bienales nacionales. Ha estado presente en la FIA en Caracas, 2003-2007 y Feria Iberoamericana de Arte, Maracaibo. Individualmente ha expuesto en galería D’Museo, Caracas; Fundación Juan Carmona y Diario El Impulso en Barquisimeto.

Internacionalmente, asistió a la Feria Internacional de Bogota y ha expuesto en importantes galerías en Naples y Miami, Florida, Nueva York y Connecticut en EEUU. Ha recibido numerosos premios y ha sido condecorado como Artista Plástico Joven del Estado Lara. Vive y trabajo entre Barquisimeto y Caracas.

Que Alberto Riera atraviesa su primera juventud podría apreciarse de inmediato en la alegre disposición de su rostro. Podría también verse en la dinámica expresiva de su intranquilo trazo, o podría reconocerse en sus constantes viajes entre la capital y su ciudad natal Barquisimeto.

Que un joven así haya logrado penetrar con éxito al mercado del arte es sin duda una credencial excepcional a sus 28 años. De infinitas y poderosas atmósferas se construye su pintura intervenida hábilmente por fogosos y ambiguos gestos que pueden calificarse como de una fugacidad policroma.

Riera ha visto, no sin sorpresa, la caída de una flor, el veloz fragmento de un paisaje o la palabra flotante descrita con la soltura caligráfica de un signo. Sus manos, libres, despliegan sin lógica aparente, floreros, hojas o figuras que se descubren conducidas por un viento irreal que las hace danzar en el lienzo. Ese movimiento, momento brusco canalizado por sus pinceles, es donde Riera recoge y ordena el mundo que nos muestra para hacer parpadear la retina encandilada. El que observa, se encuentra algo de su personal vorágine individualmente reflejada en la confusión que sostiene su mirada. Es un caleidoscopio visual cuyos giros superan la estrechez de elegantes marcos y se conciben más allá al empujar con líneas precisas los bordes de la percepción detenido a su vez la movilidad del entorno y captando el sesgo escondido bajo la penumbra, así el artista permanece fiel a su disciplina de observador curioso.

Uno puede suponer a Alberto Riera en el acto indócil de someter al plano blanco de la tela con el vigor de lo inmediato. El pintor grafica y pinta sobre los muros ausentes de sus cuadros.

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